Del sentido de las palabras...

Y es que depende del cuándo, del cómo, del por qué y hasta del quién el que una palabra, o un conjunto de ellas tornen de amabilidad a dureza o de esperanza a desengaño.

Las palabras son traicioneras, y en los tiempos que corren no sería una visita a Sodoma y Gomorra el decir que casi carecen de valor, dejando, por supuesto, a un lado aquella frase tan de carácter de "la palabra vale mas que un papel firmado"

Las palabras se las lleva el viento, y las vuelve a traer, van de norte a sur y de este a oeste y son tan fáciles de decir como abrir la boca. Hemos sido los culpables de desvalijarlas todo el poder de la palabra y convertirlas en meras armas de tergiversación y falsas apariencias.

Las palabras, como todo lo realmente importante, creo yo, pasan del abismo al mismo paraíso sin que un intermedio terrenal sirva de tonos grisáceo en su parecer. Son maravillosas compañeras en el largo caminar de la lectura y dulces melodías en la composición de poemas y soniquetes..., pero a la vez son amargas punzadas cuando se convierten en mentira o llevan a la confusión y el engaño.

Hay quien de su lengua viperina es incapaz de arrancar una buena palabra y desgracia de aquellos porque a éstos, en tanto que Dios le da mocos a quien no tiene pañuelos, los versa la picaresca y a veces una negra sabiduría, la qua utilizan, cuan navajas afiladas, para herir y malmeter a todo aquel que ose cruzarse en el transcurso de su caminar.

Yo me quedo con las palabras sinceras, que a veces también son hirientes, pero de fácil sanación, me quedo con aquellas que componen pasodobles y cuplecitos, las que nos riegan de sapiencia y entendimiento, las que irrigan de arte el transcurrir de la vida, aquellas palabras que, sin haber perdido el sentido de su existencia, nos sirven para comunicarnos.