Es inevitable no relacionar el viento con el mar, el mar con los pescaores y éstos con su guarda y patrona.
Yo la tengo en mi casa; ella nos guía, guarda y protege.
Es cierto aquello que dicen que hace mas el que quiere que el que puede, mi patrona no puede, pero quiere. El paso implacable del tiempo mella hasta a la Reina de mi casa. No puede, su trono acolchado condiciona su movilidad, sus tan suaves manos casi no pueden ni con su cetro... Pero quiere; esas mismas manos son dulces para la caricia y el tacto, su canosa cabellera refuma a mar salá y viento del sur, su mirada, sus suspiros, sus gestos, sus pies en tierra...
¿Qué sería de este marinero sin su guarda y vigía? No quiero que el tiempo pase, no quiero que partas con rumbo a otro puerto que no sea este. Se que tu sino es trono de oro y remanso de paz, pero te quiero aquí, sin corona, sin cetro, sin oro... conmigo.
3 anexos a este capítulo:
Te quiero aquí, sin corona.
Gaviotas para la república de esa reina.
Y ya que acaba de cumplir 60 años, mucho Consuelo.
P.S. Me ha gustado mucho el posteos, sobre todo después de entenderlo en la ercera lectura.
Qué dificil resulta al simple entendimiento comprender al más puro sentimiento. Al principio no supe bien que expresabas, si rezabas o cantabas, si en tí había lamento o la esperanza parecía inundarte.
Luego no quise entender nada, no quería dejarme llevar. Pero tuve que reconocerlo. Así que rezaste y cantaste, quisiste ver la esperanza. Y así espero, que siga sin corona, tripulando la barca.
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