De las noches frías y amargas...

Hay quien ha sucumbido ya tan cansado de luchar por lo contrario que ha preferido unirse a la resignación, no le ha quedado otra que hacerse amigo de la vigía y amarga soledad de la noche.

Aquí me encuentro, postrada a sus pies, pero ella no lleva manto ni corona, aunque es la más grande y majestuosa de las reinas. Se tornaron los papeles, eso lo sabemos cualquiera, pero lo mas real y triste es que ella también toma conciencia de esto. Añora en pensamiento y palabra cuando todo era como tenía que ser, como mandan los cánones, cuando ella era la cuidadora y todo se movía y hacía bajo el impero de su cetro… hay cosas que no han cambiado, quizá solo se hayan matizado, o al menos así es como debemos hacérselo ver. Ella sigue siendo la cuidadora, pero quizá ya de un modo mas intimista, mas educador y menos físico; y su cetro… su cetro es el que mandan los compases de esta melodía que nos hace vivir. Aquel tema principal y el fuerte de bajos quedaron ya atrás en esta, su partitura; ahora disfrutamos y vivimos un dulce y armónico trío… suave, tierno, pero también próximo al final.

En las largas y frías noches de un hospital es fácil, porque quizá es a lo que estar aquí inspira, tener momentos de interiorización, de reflexión y también de añoranza. Hasta donde la memoria alcanza sabes que las cosas no fueron siempre así, que hubo un tiempo mejor…todo se torna en lamentos y quejíos, pero poniendo los pies en la tierra y dando razón al pensamiento habemos de saber que es la ley de la vida la que impera, que llega un momento en que sí hay quien resta poder a su cetro y de un modo u otro también la mece a su merced según vayan o vengan los vientos del sur.

Odio con todo mi ser estas frías, largas y amargas noches de hospital, lucho contra ellas, pero me ganan la batalla; en realidad poco importa que sea noche, atardecer o que empiecen a romper las claras del día; desde esta ventana todo pierde su esplendor y belleza y el único aliento que puede con el desasosiego es que al final de la noche llega la mañana y con ella comienza un nuevo día, y esto, en según que circunstancias, es casi como un milagro del altísimo.
    "Se que tu sino es trono de oro y remanso de paz, pero te quiero aquí, sin corona, sin cetro, sin oro... conmigo."

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